sábado, 3 de marzo de 2012

Cartel y texto de presentación del Cartel El Costero 2012

Cartel 2012


Buenas Noches y bienvenidos a la presentación del cartel de la tertulia cofrade El Costero para este año 2012. En primer lugar quisiera dar las gracias a todos los que estáis hoy aquí  acompañándonos en este acto. A familiares y amigos, contertulios, dar las gracias a las empresas que han colaborado con nosotros para la edición de este cartel, como son Cruzcampo, Asisa, Sato-Sport, Muebles Nervión, Bodeguita Romero & Mejías y el Bar Cofrade El Refugio y en especial dar las gracias a la Hermandad de la Amargura, a su hermano mayor, D. José Luis del Pueyo,  por abrirnos las puertas de este templo y colaborar con nosotros para la edición de este cartel que ilustra una imagen de nuestro padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes.
Para esta tertulia es un orgullo y al mismo tiempo una satisfacción el estar aquí esta noche, satisfacción porque en actos como este, esta joven tertulia, este grupo de amigos cumple con esas intenciones por la cual nos constituimos y que no son otras sino aportar nuestro granito de arena para difundir nuestra semana mayor, eso que llaman algunos nuestra fiesta, nuestra tradición, lo que para nosotros es apostar por lo que queremos y en lo que creemos, en definitiva, apostar por nuestras creencias y por nuestra fe.
Y un orgullo por el lugar en el que nos encontramos,  en pleno corazón de Sevilla, en un templo de esos de los que aparecieron tras la reconquista, cuando esta ciudad se dividía en collaciones y parroquias, bajo la advocación de San Juan Bautista, vulgo de la palma, como así quiso bautizarlo un día el pueblo en recuerdo de esa palma situada en el medio de la plaza, porque aunque la nomenclatura hoy día diga lo contrario, San Juan de la Palma tiene plaza, esa en la que habita las almas de los cristianos antiguos.  Un lugar de especial cariño para el que os habla. El barrio donde nacieron mis padres, el templo donde contrajeron matrimonio, donde yo recibí las aguas bautismales, donde la recibieron mis hijos y espero que así sucesivas generaciones. Aquí, en la calle de la Feria, ancha la feria como decían los antiguos, en ese barrio de mercadillo de tiempos remotos que renace de  sus cenizas cada jueves de la semana, barrio de carbonería, de plaza de carros, de corrales de vecinos, de hospital de viejos sacerdotes hoy felizmente restaurado y en cuya antigua capilla de la calle amparo se venera hoy la Pastora de Santa Marina, ese barrio de casa de los artistas, donde todavía entre los muros de ese antiguo corralón se recuerda a Grosso pintando inmaculadas, a Bacarisas imaginando pañoletas de feria, o a Francisco Buiza,  realizando bocetos de cristo cigarrero y resucitado, aquel que tuvo en sus manos estos titulares en una restauración, o donde su aprendiz, hoy ya gran maestro, Alvarez Duarte soñaba ya con su virgen niña. Este templo mudéjar situado en una de esas confluencias cofrades que tiene Sevilla, templo que ve pasar por delante de sus muros grandes momentos de nuestra pasión, y así en la noche del miércoles santo verá a Cristo negado tres veces camino de Omnium Santorum, y en esa noche que responde a madrugá, porqué como bien sabéis los presentes, Sevilla tiene muchas noches y una sola madruga, verá reflejado sobre sus muros la sombra de Cristo arrodillado en getsemni abandonado por sus discípulos camino de la plaza de los carros, y al alba, como si de aquella misma noche de hace veinte siglos se tratará, vera pasar delante de su puerta ojival a Cristo sentenciado camino del arrabal macareno. Es el mismo templo que días más tarde escuchará en la lejanía canticos de resurrección en las voces de las vecinas más queridas del barrio.
A este templo de San Juan de la Palma vino la hermandad de la Amargura a principios del siglo 17 proveniente del templo de San Julian, donde se había fundado años antes. Hablar de la hermandad de la Amargura hoy día, es hablar de unos de los iconos de nuestra semana santa. Una hermandad comprometida con sus raíces fundacionales, una hermandad volcada en la formación cristiana de sus hermanos y vecinos, volcada con su obra social, llena de caridad, como demuestra ese fondo de Santa Ángela de la Cruz, con el programa de acogida de niños bielorrusos, con ese economato del casco antiguo del que forma parte junto a otras hermandades para hacer llegar alimentos a las familias necesitadas, que por desgracia cada vez son más numerosas en estos tiempos que corren. Hermandad  hospitalaria cuando se le ha necesitado, recuerdo aquellos años en los que la vecina hermandad de Montesion tuvo que salir de este templo por encontrarse su capilla en obras, momentos de convivencia que cuenta mi amigo Juanmi, de respeto e intimidad en el montaje de los pasos, de sentirse como en su casa y otros muchas anécdotas. Hablar de la hermandad de la Amargura es hablar de cofradía con un sello característico e inconfundible en nuestra semana santa, aquel que hizo ganarse hace ya un siglo que el pueblo lo bautizase con el sobrenombre de “silencio blanco”, más propio de cofradía de negro ruan que de cofradía de barrio. Ya quedaron atrás esos años en los que María Santísima de la Amargura se paraba de regreso en las puertas de las casas de sus hermanos cuando no había hora de entrada, esos años de centuria romana tras el señor, años de palio negro de damasco, de capirotes morados acompañando a María Santísima, todo eso quedó atrás, para dar paso a ese estilo genuino lleno de SOBRIEDAD Y ELEGANCIA, esa forma de entender la estación de penitencia, que ha hecho de esta hermandad uno de los referentes de nuestra semana mayor. Quien no ha escuchado alguna vez eso de la Amargura, desde la cruz de guía hasta el último músico de la banda. 
Y para el que os habla, hablar de la hermandad de la Amargura es hablar de recuerdos de mi niñez, de esos domingos de ramos cogido de la mano de mi padre para visitar el templo y cumplir con la tradición de ver los pasos perfectamente colocados a la espera de la caída de la tarde, de encuentros con viejos amigos recordando vivencias de otra época, de recuerdos y emociones de mi padre vividos bajo su túnica blanca con la cruz de San Juan en el pecho, de estaciones de penitencia en blanco y negro, de cuando no había tanta gente revoloteando alrededor de las hermandades, de cuando las papeletas de sitio tenían ese sabor de escribirse a mano. De esa devoción  transmitida hacia unas imágenes, devoción que renuevo cada año cuando voy a buscar a la cofradía en la estrechez de francos, justo en ese momento mágico cuando ambos lados de la calle parece como si retranquearan un metro para dejar paso al portentoso misterio de la Amargura, el Herodes como así se le conoce  cariñosamente en el argo cofrade. Es en ese instante cuando clavo mi mirada en esos ojos de resignación, de sumisión, de humildad, y al mismo tiempo triunfante en el silencio ante el poder de los que manda. Cristo acata su destino, acepta el fin para el que ha sido preparado pero manteniendo su dignidad y entereza. Ese Cristo tallado en el taller de Pedro Roldan. Has pasado tan rápido que ni siquiera me ha dado tiempo de fijarme en ese retablo andante que llevas por canastilla, inspirada en la peana de la madre del que habita en San Lorenzo. Ya te marchas en la lejanía, con tu forma característica de andar, como si tuvieras prisa para ir al encuentro de ese portal del cielo de la calle de la santa, que llevan un año esperando para postrarse a tus pies. Que ya se levantan de su morada eterna Madre Angelita y Madre María Purísima para rezar una vez más ante a la que a tantas veces lo hicieron en vida pidiendo por los demás. Esa que refleja como nadie el dolor y la amargura de la pérdida de un hijo, la maestra del dolor como la han llamado algunos, ese que refleja su rostro y sobrecoge en su contemplación, esa que no encuentra consuelo en ese mudo dialogo con su discípulo amado camino del calvario, esa que atribuyen algunos a las manos delicadas y cargadas de sensibilidad de una mujer. A María Santísima de la Amargura, a la que yo acompaño cada año desde francos hasta la antigua colegial del salvador, justo hasta ese instante que suena tu marcha, la que un día te dedicara Font de Anta, la que se ha convertido en el himno de nuestra semana santa. Es justo en ese momento, con la trasera de tu palio en mi retina, aquel que bordara Juan Manuel y que supuso una gran revolución en el mundo del bordado, cuando inicio el regreso para mi descanso y prepararme para seguir disfrutando con mi fe el resto de la semana.
Ahí acaba mi día, pero mi domingo había empezado muy temprano. Yo soy de esos sevillanos que cuenta sus años por primaveras, de los que va quitando hojas del calendario, de los que espera con impaciencia la mañana soleada y resplandeciente del domingo de ramos, de esos muchos sevillanos que va cumpliendo rituales desde que me levanto ese día. Y así perfectamente inmaculado, después de la visita heredada a este templo, comienza mi día en el barrio donde se abren las puertas de la semana santa acompañando a mi amigo Santi en la salida de su hermandad. Luego voy en busca de murallas de otra época, para ver a mi sobrinita vestida de azul y plata acompañando a su virgen de la Hiniesta por su barrio de San Julián,  luego camino hacia el centro para encontrarme con esos nazarenitos de savia nueva de regreso, ya cansados, dormidos, pero con el deber cumplido de esa primera estación de penitencia con su señor de la Sagrada Entrada, soñando con ser los cofrades del futuro. Y así va transcurriendo mi día, pero me falta ese último ritual de cada domingo de ramos, ese que a la caída de la tarde vivo cada año a través de mi radio, cuando escucho, que allí, en la plazuela  de San Juan de la palma, con sones traídos desde la otra orilla del rio, con la marcha que lleva su nombre, perfectamente cuadrado bajo el dintel de la puerta, está saliendo a la calle un año más, Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes. Es ese mi último ritual, este es el momento en el que cada año, me encuentre donde me encuentre, ya sea viendo pasar a cristo con la cruz a cuesta cerca de los restos romanos de la Encarnación o esperándolo en el antiguo convento carmelita del Santo Angel, mi mente una año más, vuela a san Juan de la Palma para estar allí. Y es este momento que os estoy describiendo es el que D. Carlos Delgado capto con su cámara e ilustra el cartel de esta tertulia cofrade para este año 2012.
Para nosotros hablar de Carlos, permíteme que te tutee,  es hablar de un amigo ya vinculado por siempre a esta tertulia. Una fotografía suya ilustró nuestro primer cartel. Gran sevillano, amante de nuestras tradiciones, de nuestras costumbres, de nuestras cofradías. Hermano de las Aguas y de la hermandad de Pasión. Colaborador asiduo con ABC y Correo de Andalucía en temática cofrade. Fotografias suyas ilustraron en varias ocasiones el cartel del colegio tabladilla. Participo con varios fotógrafos en la exposición celebrada en 1998 en el casino del 29 “cuando el tiempo se detiene”. Ganador en varias ocasiones del concurso de fotografía en blanco y negro organizado por la soledad de san Lorenzo, en el 2009 ganador del concurso de fotografía organizado por el correo de Andalucía, tercer premio del concurso organizado por la hermandad de la estrella con motivo de la coronación de su dolorosa. En el año 2009, una fotografía suya ilustró el cartel del rinconcillo. En el 2011 ganador del primer concurso de fotografía de la tertulia el costero. Y este año, una  fotografía suya ilustra el cartel cofrade de la tertulia albores, además de repetir con esta tertulia. Como veis un autentico profesional de la fotografía cofrade. Hace ahora un año Carlos, te dije que siguieras apostando por lo nuestro, hoy te digo que no solo sigues en esta labor sino que contribuyes hacer más grande nuestra semana mayor, porque al fin y al cabo, lo que captas con tu objetivo son momentos, y como dijo alguien alguna vez, esos momentos son la forma que tiene cada sevillano de entender su fe en ese encuentro con xto y su madre por las calles de Sevilla.

A continuación se procedió a descubrir el cartel y se hizo entrega de los recuerdos conmemorativos del acto. Sevilla, Febrero de 2.012

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